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Psicología

Sueños esperanzadores en enfermos terminales

El COVID-19 ha provocado que muchas personas no hayan podido acompañar en sus últimos días a sus seres queridos, impidiendo una despedida que genera cierto grado de paz tanto a quien parte como a sus cercanos.

En una entrevista a Carine Mardorossian en The Conversation se busca -de alguna manera- dar algo de calma a quienes sufren aún por sus muertos, a quienes viven un duelo acompañado de culpa o tristeza. ¿De qué manera? “Es el trabajo de un médico de cuidados paliativos llamado Christopher Kerr, con quien escribí el libro Death Is But a Dream: Finding Hope and Meaning at Life’s End (“La muerte no es más que un sueño: encontrar esperanza y significado al final de la vida”), podría ofrecer algún consuelo”, señala sobre el citado estudio publicado en el libro.

El doctor Kerr, en su publicación plantea que poco antes de morir, muchos de sus pacientes tenían sueños felices y extraordinariamente significativos. Esas experiencias, que según los propios soñadores eran “más reales que la propia realidad”, les permitían interactuar con sus seres queridos fallecidos, que les ayudaban a reconciliarse con su vida y a realizar una transición fluida y pacífica. El doctor Kerr no arriesga ninguna conclusión, pero reflexiona sobre la importancia de estos acontecimientos fuera de lo común que humanizan el proceso de morir y dan fe de la extraordinaria resiliencia humana. En un estilo elegante y compasivo, esta obra celebra el profundo significado de la muerte y retrata la capacidad humana de trascender al final de la vida.

Las voces enfermeras experimentadas en cuidados paliativos, veían con naturalidad el que sus pacientes terminales hablaran de vívidos sueños en los que se encontraban con seres queridos que ya habían partido.
A simple vista podría atribuirse a alucinaciones delirantes o inducidas por fármacos que podrían justificar más medicación o sedación total.
Sin embargo, la paz y el consuelo que estas experiencias del final de la vida parecían proporcionar, Kerr decidió hacer una pausa y escuchar.
Cita el caso de una paciente llamada Mary, quien tuvo una de esas visiones: comenzó a mover los brazos como si meciera a un bebé, arrullando a su hijo que había muerto en la infancia décadas antes.
Kerr se preguntó qué pasaría si las propias percepciones de los pacientes al final de la vida tuvieran un impacto en su bienestar de una manera que no debiera preocupar a enfermeras, capellanes y trabajadores sociales.
Durante 10 años, Kerr y su equipo de investigación registraron las experiencias del final de la vida de 1.400 pacientes y familias.


¿El resultado?
1-. Más del 80% de sus pacientes, sin importar el ámbito social, el origen o el grupo de edad del que provenían, tuvieron experiencias al final de la vida que parecían más que sueños extraños.
2-. Estas experiencias eran muy vívidas y transformadoras para el paciente.
3-. Siempre aumentaron en frecuencia cerca de la muerte.
4-. Incluían visiones de madres, padres y parientes desaparecidos hace mucho tiempo, así como mascotas muertas que regresan para consolar a sus antiguos dueños.
En conclusión, se trataba de relaciones resucitadas, amor revivido y perdón logrado. A menudo traían consuelo y apoyo, paz y aceptación.
A luces de esta investigación, bien podría ser que quienes partieron, incluso, alejados de sus seres queridos, en completa soledad en lo que a sus redes se refiere, bien podrían haber experimentado un evento así. Este no es el único trabajo que se ha hecho al respecto y que llega a estas conclusiones.


*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

Los sueños y las visiones previas a la muerte ayudan a llenar el vacío que, de otro modo, podría ser creado por la duda y el miedo que evoca la muerte.
Ayudan a quienes están a punto de partir a reunirse con aquellos que han amado y perdido, aquellos que les dieron seguridad, los apoyaron y les trajeron paz.

Foto de Alexandr Podvalny en Pexels