Pablo Lois
Psicología

Pablo Lois, magíster en Biología Molecular “Con el descalabro emocional lo primero que empieza a fallar es la memoria”

El experto en neurociencias analiza cómo los confinamientos han alterado el cerebro, detonando una serie de problemas asociados al empequeñecimiento de la zona del hipocampo, como el estrés crónico y múltiples consecuencias. La buena noticia es que podemos revertir el proceso con simples acciones.

Por Jessica Celis Aburto.

La afectación de la salud mental producto de la pandemia ha detonado e intensificado problemas tan diversos como conocidos. El estrés es uno de ellos, y aunque es un estado al que estamos acostumbrados, con los confinamientos y factores externos como la preocupación por el trabajo o los ingresos económicos, se ha potenciado y ha hecho constante, afectando a casi todo el mundo. Y es ahí donde radica el problema, como explica Pablo Lois, biólogo de la Universidad de Chile, magíster en Biología Molecular, en Biología Celular y en Neurociencias, y director del Magíster de Neurociencia de la Educación de la Universidad Mayor.

El profesional aclara que no debemos olvidar que el estrés en sí no es malo, porque nos permite estar activos, desarrollar más nuestras capacidades y rendir más. “El inconveniente es cuando es constante, lo que llamamos estrés crónico”, sentencia. El gran responsable es el aumento del cortisol y otras hormonas del estrés, que pueden afectar a todos los procesos del organismo.

“La desregulación del eje hipotálamo -hipófisis – glándulas adrenales, que producen una serie de hormonas como el cortisol, hace que se estropeen nuestras capacidades cognitivas y que suframos un impacto tanto a nivel sicológico como físico cuando éste aumenta. Y ese impacto también afecta a otras estructuras de nuestro cerebro y organismo, como el hipocampo, con los consiguientes problemas de memoria y concentración que se han disparado en esta pandemia”, explica.

¿Cómo pasamos del estrés a los problemas de memoria y concentración?

Ocurre a nivel del hipocampo, que es una estructura cerebral que está vinculada a la memoria y al aprendizaje. Por eso, además del descalabro emocional, lo primero que empieza a fallar en términos de  habilidades cognitivas es la memoria.  Los estudios de lo que está pasando en pandemia recién están saliendo, y hay muchos a nivel de congresos. Sin embrago, sus resultados no son tan distintos a lo que producen otros estresores que hemos vivido, como una guerra, un desastre natural o un movimiento como el estallido social del 18-0. En Chile ya veníamos de antes de una situación estresora y la pandemia terminó de revelar lo que estallido ya había mostrado, como la inequidad social, las desigualdades, factores directamente relacionados en el cómo cada persona ha sobrellevado la pandemia. Llevamos un año y medio en esta condición estresora y lo complejo es que todos estamos en la misma tormenta, pero en botes distintos, es decir, cada persona tiene herramientas y condiciones distintas para enfrentarla. El encierro también produce aislamiento social lo cual va en contra de la naturaleza humana. Hay personas que lo llevan mejor que otras, como las que disfrutan de estar solas o las que no le gusta socializar, sin embargo, ese problema se acrecienta.

¿Y el “síndrome de cabaña” que tan real es?

Sí, existe. No hay que olvidar que el cerebro se acostumbra a todo y cambiar un hábito cuesta. No es extraño ver que ahora, por ejemplo, que aún cuando podemos salir salimos menos que antes. Y lo malo de eso es que precisamente un ejercicio como caminar, estimula al hipocampo y la producción de nuevas neuronas en esa zona. No es necesario que sea una actividad física intensa o por mucho tiempo. Una caminata por el barrio, ojalá en contacto con árboles o plantas, donde puedas ver naturaleza, es de mucha ayuda y no desgasta.

¿Cómo se explica a nivel cerebral el bienestar automático que produce estar en contacto con la naturaleza?

No debería parecernos raro porque como seres humanos hemos evolucionado en conjunto con ella, es nuestro ambiente natural, valga la redundancia.  Al estar en contacto con la naturaleza sentimos que estamos de vuelta en la casa materna. Hay estudios sobre eso, como uno muy reciente de expertos de la Universidad Mayor, que da cuenta, por ejemplo, de la correlación entre áreas verdes de una escuela y el rendimiento que se puede tener en pruebas de medición como el SIMCE. En otros países también han hecho estudios entre áreas verdes y rendimiento, donde se establece que la presencia de áreas verdes favorece los aprendizajes. También se han hecho estudios vía scanner para ver la actividad cerebral y se ha constatado que mejoran todos los niveles de estresores y se modifica la actividad cerebral cuando la persona contempla paisajes.

Entonces, esta reducción del hipocampo ¿es un proceso reversible?

Sí, esa es la buena noticia. Y con cosas muy simples. Como te comentaba: caminar unos 2 o más kilómetros al día, ojalá por la naturaleza, puede ser una plaza. Si volvemos a estar encerrados, hay que hacer ejercicios dentro de la casa. También leer un libro, del estilo que sea; incluso pueden ser revistas o comics, idealmente en formato tradicional. La lectura te activa la imaginación, te obliga a estar atento, es un mundo muy rico que estimula mucho el cerebro. La meditación y el pensamiento reflexivo o contemplativo son otras herramientas que hacen muy bien porque activan diversas zonas del cerebro, como el hipocampo, la corteza cerebral y el lóbulo frontal.  

¿Cómo se explica a nivel cerebral?

A través de las experiencias que vivimos, el mundo nos forma desde afuera hacia dentro y nosotros lo formamos desde adentro hacia afuera. Los estímulos que le damos al cerebro nos permiten formar nuevos contactos, sinapsis, nuevas relaciones entre las neuronas, fortalecer o moldear redes neuronales. Ocurren varios cambios bioquímicos a nivel de moléculas que permiten que se establezcan las relaciones neuronales y que se mantenga el nivel de producción de neuronas nuevas, por ejemplo, en el hipocampo. Esto permite que exista el control de otras zonas que manejan las respuestas más básicas que tenemos como seres humanos, como el  temor, la agresión, la huida, que por sí solas no son malas porque nos ayudan a sobrevivir. El problema es que en condiciones de estrés como la pandemia, esas respuestas se acrecientan y por ello es tan importante tenerlas controladas.

¿Qué recomendaciones puede dar para salir de la inmovilidad a la que nos han acostumbrado los confinamientos?

Después de tanto encierro uno se tiene que poner objetivos para poder cambiar hábitos que nos ha dejado el confinamiento, como salir a ver algún ser querido o amigo, por ejemplo. Siempre, con el cuidado que debemos mantener para prevenir los contagios: uso de mascarilla, distancia física, aforo, etcétera. Si nos proponemos pequeñas metas, de a poco vamos a ir logrando reincorporar esas conductas y ayudaremos a nuestro cerebro. La vida social es fundamental para el ser humano. Somos seres sociales y junto con el amor, son de los estímulos más grandes para el cerebro.

¿Y qué recomendaciones caben en grupos sociales de especial atención como lo/as adultos mayores y lo/as  niño/as?

En el caso de los adultos mayores no podemos olvidar que muchos ya han perdido su red social, o les cuesta moverse y salir, lo que hace más compleja su situación. Además son población se riesgo en esta pandemia. Ellos necesitan que la red social que tengan participe más activamente en sus vidas, que los visiten más. Incluso llamarlos por teléfono es de mucha ayuda. Tienen que sentir que hay gente que se ocupa de ellos, hay que manifestarles muestras de cariño o si no se pueden hundir en una depresión enorme, y en Chile hay mucho riesgo de caer en cuadros así, por las condiciones en que muchos de ellos viven, con pésimas jubilaciones, por ejemplo. En la población infantil hay otros elementos, es más variable porque dependen de la vida funcional de los padres. En general se ha visto que quieren ir al colegio, no por hacer logaritmos, sino por estar con sus amigos.

En ese sentido, las clases online han sido un tremendo desafío, especialmente para lo/as más pequeños, donde los niveles de concentración son muy bajos, y aún así, hay colegios donde pasan muchas horas frente a una pantalla ¿Cuál es su opinión?

La OMS recomienda que los niños menores de 2 años no estén sometidos a ningún tipo de pantalla. De ahí en adelante ese tiempo es gradual, pero siempre acotado. Una buena forma de estimular su cerebro es el juego, pero los tradicionales, de esos que disfrutábamos cuando chicos con nuestros amigos en la calle. La idea es que se muevan. A nivel de escuela creo que se debería fomentar más el arte y la música, aunque sean 10 minutos. Se sabe que en niños pequeños el ejecutar un instrumento musical aumenta el espectro auditivo y con eso aumenta la capacidad de aprender lenguaje y comunicación. No necesitan más horas de clases de lenguaje y comunicación tradicionales. Con eso bastaría.

Ni hablar de someterlos a clases online de reforzamiento de materias.

No. En este contexto no es recomendable, por las razones explicadas anteriormente.