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Psicología

Doctor en psicología “Estamos perdiendo memoria a corto plazo”

Un estudio en Chile dice que usamos Whatsapp más de 4 horas diarias, una cifra que enciende las alarmas por su exceso, pero que, sin embargo, revela la transformación que vive la comunicación, el cerebro humano y la forma de pensar.  “Estamos en una etapa del proceso evolutivo en el que dependemos no sólo de lo que pasa en nuestro cerebro. Por esta razón estamos perdiendo memoria a corto plazo.”, dice el experto.

Por Jessica Celis Aburto.

Doce años han pasado desde que Whastapp llegó a revolucionar la mensajería digital y la forma de comunicarnos, y según un estudio de la agencia Jelly, sobre la relación de chilenos y chilenas con esta aplicación, un 45% de lo/as consultado/as, la usa más de 4 horas diarias.  Un resultado que a todas luces habla de un exceso de conexión, pero que guarda un trasfondo mucho más profundo, que Rodolfo Bächler, Doctor en Psicología, especialista en emociones y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Mayor, analiza a continuación.

 “Lo primero que tenemos que entender es que existe la comunicación digital y la analógica”, dice de entrada, aclarando que la comunicación digital es la que fluye a través de palabras escritas o verbales, y la analógica es la que se expresa mediante el lenguaje no verbal, principalmente. “Sin embargo también existe el contexto, que se manifiesta a través de esta última, y su ausencia es el gran problema que tiene la digital. El contexto actúa como un comentario que te permite entender lo que realmente te dice otro. Un ejemplo claro de esto aparece si escribimos ‘¡Imbécil!’, que puede tener varias lecturas si no tenemos el contexto. En ese sentido se puede ver que la incorporación de emoticones y stickers en el Whatsapp, buscan cumplir esa función. Además, a diferencia de un correo electrónico, tiene el factor de la inmediatez, lo que lo hace más parecido a una comunicación espontánea, pero sin comunicación analógica que te permite contextualizar”, precisa.

Y ahí llegamos a otra de sus características más cuestionadas: lo invasivo que es…

Exactamente, porque cuando mandas un Whatsapp esperas que la persona te responda prontamente ya que asumes una lógica parecida a la de una conversación en vivo, y en ese sentido es muy difícil evitar ese contacto comunicacional, igual que pasaría en vivo. Eso no pasa con el correo electrónico, donde se asume que no necesariamente te van a responder inmediatamente porque se cree que el otro anda con su teléfono en la mano todo el día o está pendiente 24/7. Nadie tiene que estar las 24 horas disponibles para responderle a nadie, ni siquiera físicamente. Lo que pasa es que el Whatsapp ha generado esa fantasía de que el otro va estar siempre disponible para uno. Es un problema que igual ocurre en la vida cotidiana no online, pero que en esta plataforma no puedes resolver porque no tienes el complemento analógico. Por ejemplo: si vas por la calle, apurado, y te encuentras a alguien que te habla y habla, le podrías decir: ‘Debes irte’ y el otro lo entendería. Es más fácil poner el límite presencialmente. En el Whatsapp, si no respondes,  puede pasar que la otra persona lo tome mal, se pase rollos,  etcétera.

¿Cuál es su opinión de los resultados del estudio chileno y cómo se podría moderar su uso?

Usarlo a diario y más de 4 horas, por supuesto que es mucho. Todos los sistemas de comunicación tecnológicos (redes sociales, juegos, etcétera), tienen asociado un elemento emocional que provoca una especie de placer momentáneo en las personas cuando los utilizan. Están diseñados algorítmicamente para que tengas todo el rato tu teléfono en la mano. Para bajar esa cantidad de horas de conexión, lo que hay que hacer es tomar una decisión consciente que vaya más arriba de estos funcionamientos que son más primitivos (sistema límbico o reptiliano), que tienen que ver con la obtención de placer. Cada vez que vez que alguien ve un like, una notificación, un comentario, se produce una descarga de dopamina que genera placer, entonces claro, uno debería limitar su uso, pero es muy difícil porque está diseñado para ser adictivo. Tomar una decisión para limitar su uso es muy difícil cuando estás enredado en un diseño que genera adicción. Hay que ser muy inteligente para usar la tecnología y no enganchar. Por ejemplo, podrías silenciar notificaciones y fijarte que tipo de notificaciones eliges (sonidos, globos, etc.) o no andar con el teléfono en el bolsillo.

¿Cuán perjudicial es este nivel de conectividad?

Este tipo de tecnología entra en la categoría de lo que se conoce como “mente extendida”, esto alude a que la condición humana no se manifiesta con sólo lo que ocurre en el cerebro. Como seres culturales, estamos rodeados de prótesis cognitivas que extienden tus posibilidades de manejo de información, conocimiento, entendimiento, pensamiento acerca de las cosas. Eso incluye desde un lápiz y un papel, un libro; hasta un teléfono inteligente, que es lo que tenemos hoy. Éste ha pasado a ser parte de nosotros mismos, ya no es algo que está aparte de ti,  ha pasado a formar parte de nuestro sistema cognitivo, nervioso.  Hay un montón de cosas en términos cognitivos que no podrías hacer si no tuvieras el celular, y esto no es un metáfora, es algo que alguna gente sostiene que físicamente es así. Fíjate: cuando uno dice: “Me estoy quedando sin batería”, estás diciendo que eres tú, no tu teléfono. Es decir, estamos en una etapa del proceso evolutivo en el que dependemos no sólo de lo que pasa en nuestro cerebro. Por esta razón estamos perdiendo memoria a corto plazo.

Qué mal.

No, no es malo, es que ya no la necesitamos. Por ejemplo: algo que me pasa y también a otras personas, es que cuando niños nos sabíamos muchos números de teléfono de memoria, ahora con suerte te sabes el tuyo (risas). Creo que es necesario reflexionar sobre esto, en insistir en que las tecnologías son malas. Hay que entender que han pasado a ser parte de las personas y es muy difícil dejarlas de lado. Creo que decir: “Ya, voy a dejar la tecnología de lado y me voy a vivir a la montaña”, es una mirada muy básica del problema.

La satanización de las tecnologías.

Claro. Eso siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad, incluso con los libros. Es clarísimo que el problema no está en los artefactos, aún cuando estas nuevas tecnologías son muy distintas a las que conocíamos hasta ahora. Sí pienso, que en general, cuando se trata de personas con las que tenemos un vínculo emocional y con las que nos interesa profundizarlo, es ideal tener un contacto físico, pero si no se puede, se puede privilegiar una video llamada.

La pandemia intensificó la conectividad, pero desde esta mirada positiva ¿ con qué nos quedamos?

Nos hemos sacado mitos constatando que hay cosas buenas que también puedes sacar de las pantallas. Por ejemplo, yo estoy dando clases online desde hace más de un año y al principio pensaba que no funcionaría y ahora funciona casi tan bien como una clase presencial. La pantalla es necesaria porque nos permite leernos las señales de la cara, complementar la información verbal. Creo que lo que está pasando con todo esto es maravilloso. En un teléfono inteligente tenemos más información que la tenían los primeros hombres que fueron a la luna. Tener el universo al alcance de tu mano es maravilloso.

Y con los niños ¿también se debe repensar su relación con lo digital y ser más flexibles?

Lo que pasa es que ese contacto no es muy bueno porque la pantalla te permite poco nivel de exploración libre y desarrollo de la imaginación, porque te entregan todo hecho. Ese es el gran problema y por eso se recomienda retardar su uso lo más posible, pero pucha ¡qué cosa más difícil hoy en día! Lo que sí creo que debemos repensar, es el modo de funcionamiento de los seres humanos en general. Creo que nunca más habrán seres humanos muy reflexivos, como sí existían antes de la internet. Pienso que estamos entrando en una fase en que los seres humanos piensan, se comunican de otra manera que es mucho más rápida, sintética y que no tiene las características de las grandes argumentaciones o vueltas del pensamiento, que caracteriza al desarrollo intelectual tradicional de las personas. Me parece que hay sacarse prejuicios de encima porque uno tiende a creer que la tecnología y lo digital es malo per sé. Eso pasa siempre con los grandes cambios culturales, donde hay una resistencia a creer que lo nuevo es bueno. Es normal, y es bueno, porque es muy adaptativo. Sin embargo, creo que hay que repensar lo que está sucediendo y no dar por sentado que el nuevo tipo de pensamiento es malo. Si está ocurriendo, es porque es adaptativo. Lo veo con mis hijos. Siempre trato de tener conversaciones más amplias, pero ellos van directo al grano y ahí quedo pensando ¿Pero por qué tiene que ser malo que ellos se comuniquen así? Este proceso evolutivo durará mucho tiempo y el resultado serán seres humanos con otras características: comunicación más breve, información más sintetizada, muy visuales.

Ese cambio se percibe claramente en las redes sociales.

Exacto, es el salto de Facebook a Instagram, a Tik Tok, Youtube. La palabra va a quedando atrás y se le van agregando más elementos visuales. Hoy escuchas los comentarios: “pucha qué pena que la gente ya no piensa, no habla”, pero sí lo hace, sólo que de otra manera, con un pensamiento más analógico, y eso no tiene por qué ser necesariamente negativo. Esto es como la insistencia forzosa de que en el colegio leyeras el Quijote de la Mancha y resulta que a nadie le sirvió (risas), o quizás un poco (risas)… pero el resto de lectura clásica que te obligaban a estudiar a muchos desincentivó el gusto por la lectura. Esa cosa forzosa de ir en contra de lo que el tiempo actual te está solicitando, lo veo más como temor, que algo genuinamente justificado. Todo esto que he dicho no significa que desconozca todo la problemática que genera todo este mecanismo de adicción que los teléfonos celulares y las redes sociales tienen. Eso es real. El tema es saber adaptarnos de forma inteligente.

Foto de Taryn Elliott en Pexels