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Obesidad infantil: Los estragos de la inseguridad alimentaria

El aumento de peso en la población en general, tras meses de encierro, no es novedad. Sin embrago, un estudio estadounidense, puso los ojos en el segmento entre 5 y 11 años. En Chile, la realidad no es muy distinta, según el último mapa de la JUNAEB ¿Las razones? Varias, como explica Cecilia Sepúlveda, apuntando a la falta de políticas públicas efectivas y educación. “No podemos seguir diciéndole a la gente que tiene que comer sin sellos o con frutas y verduras, si no tienen los recursos”.

Por Jessica Celis Aburto.

El estudio “Dieta y Salud Bajo el Covid 19” realizado por la consultora internacional IPSOS (2020), reflejó que un 51% de los chilenos encuestados dijo haber subido de peso durante la pandemia, superando el promedio mundial por 20 puntos (31%) y posicionándose como el segundo país con porcentaje más alto en este tópico, sólo superado por Brasil (52%). En este mismo contexto, un estudio realizado por Kaiser Permanente, reconocidos proveedores de atención médica y planes de salud sin fines de lucro de Estados Unidos, reveló que los niños entre los 5 y 11 años fueron los que más aumentaron de peso durante la pandemia, con 2,2 kilos en promedio.

La alerta está dada. No se puede seguir inscribiendo el sobrepeso en el ámbito de la forma y la imagen, ya que las consecuencias de la malnutrición (que no es lo mismo que des-nutrición) son graves, y golpean tanto a adultos como a la población infantil, a corto y largo plazo.  “Hay mucha evidencia que indica que un niño con obesidad infantil puede desarrollar hipertensión, resistencia a la insulina, o hipertrigliceridemia. Si bien en Chile los estudios que se han hecho son acotados, en algunas poblaciones, sus resultados son muy parecidos a los hallazgos internacionales”, dice la presidenta del Colegio de Nutricionistas y académica de la Escuela de Nutrición de la Universidad Mayor, Cecilia Sepúlveda.

La especialista enfatiza que también pueden desarrollar diabetes a temprana edad. “Mientras más larga sea la data de la obesidad en un niño y mientras más precoz parte, hay muchas más posibilidades que entre la pubertad y la adolescencia puedan desarrollar hipertensión y  diabetes 2. Y mientras más obeso sea, más aumenta el riesgo y que sea un adulto que tenga estas enfermedades”.

Las revelaciones, cuenta, son parte de los resultados que arrojó un meta análisis (varios estudios) que se hizo en el Reino Unido y que consideró entre 600 y 700 mil niños y niñas, tras un seguimiento que se les realizó hasta que cumplieron 30 años. Otros hallazgos  dieron cuenta que de los adolescentes obesos, el 62 % fueron niños obesos,y el 80% de los adolescentes obesos siguieron siendo obesos en la edad adulta y el 70% después de los 30 años.

¿Todavía se considera el sobrepeso como un mero asunto de imagen corporal?

Lo primero que quiero enfatizar es que no se puede juzgar a los padres de niños obesos, así como tampoco podemos enfocarnos sólo en el peso,  porque cuando te enfocas en eso y la imagen corporal, con afirmaciones como “las niñas flacas son más bonitas y les irá mejor en la vida” o “que baje de peso porque le dará diabetes”, lo único que generamos  son conductas de trastorno alimentario y que han aumentado mucho en pandemia. Durante la pandemia se hizo otro meta análisis internacional grande, sobre las consecuencias sicológicas y los cambios de conducta alimentaria en niños entre 2 y 18 años. Se detectó que el 22% de los niños menores de 13 años tenían miedo al Covid. Se sienten solos, tristes, estresados. Y si bien en en Chile no hay grandes estudios al respecto, los resultados son muy parecidos cuando se han hecho en poblaciones pequeñas. Ese estado anímico lleva a cambios de conductas alimentaria, como querer más dulce, por ejemplo.

INSEGURIDAD ALIMENTARIA, OBESIDAD Y ROL DEL ESTADO

En este punto, la experta hace hincapié en un aspecto asociado muy relevante, pero  del que se habla muy poco: la  inseguridad alimentaria, y que en Chile aumentó mucho. “Estábamos en un 16% de inseguridad alimentaria severa y ahora estamos en 20%”, dice, y explica que ésta ocurre “cuando en algún día de la semana no tienes nada qué comer, en tanto la moderada, cuando tienes que priorizar comida, hacer rendir la plata”.

Según la definición de la FAO, la inseguridad alimentaria tiene lugar en el momento que “una persona carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales, y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos.”

“El mapa JUNAEB se lanzó en enero del 2021 y mostró un aumento del 2% de la obesidad severa infantil. La prensa habló de la desnutrición, pero ésta no aumentó en la magnitud que lo hizo la obesidad infantil, que es lo realmente preocupante y que tiene que ver con todo lo que te he mencionado: inseguridad alimentaria, estrés, la falta de actividad física. Un 95% de los niños no hace la actividad física recomendada (estudio colombiano) y  casi el 80% pasa más tiempo del recomendado para su edad frente a una pantalla”, precisa.

A la luz de estos resultados, las campañas realizadas a nivel de Estado aparecen como insuficientes, y Sepúlveda detalla que el “gasto público asociado a obesidad es un 4% del PIB, lo que es un montón, y entendiendo eso, lo que tiene que haber son políticas públicas que faciliten el acceso a la alimentación saludable a las familias más vulnerables. No podemos seguir diciéndole a la gente que tiene que comer sin sellos o con frutas y verduras, si no tienen los recursos ni el lugar dónde comprar. Eso es absurdo. Esa política pública debe ir acompañada de campañas educativas sobre cómo aprovechar los recursos alimentarios dentro de la familia, de las casas. Por ejemplo, estimular la creación de huertos familiares o comunales. Las ollas comunes  son una buena alternativa si se genera una intervención a nivel gubernamental que mejores su calidad. Indudablemente eso sería un aporte”.

Sin embargo, no sería el único problema. “En Chile se ha “medicalizado”, en hospitales y consultorios, el manejo de la obesidad desde el punto de vista clínico. Al niño obeso lo veía el pediatra, pero ese no es su rol ya que no tienen grandes conocimientos de nutrición ni educación. Un/a nutricionista tiene ramos de marketing social, donde se logra entender cómo una campaña publicitaria puede introducir un alimento, y ese conocimiento se lleva a campañas educativas individuales o poblacionales. Ese es un ejemplo de lo que un médico no tiene y ahí está el error. En Fonasa las personas con mal nutrición tienen que pasar por un médico ¡Es cosa de mirarte al espejo para darse cuenta si estás obesa/o o no! No necesitas que un médico te lo diga. Luego de eso se necesita una interconsulta para ir a la nutricionista y así se va enredando y dilatando el circuito de atención.

¿Qué otras soluciones propone?

Estimular los bancos de alimentos. En Chile se bota demasiada comida, de hecho, somos uno de los países de la OCDE que botamos más alimentos. También aumentar la actividad física en niños a través de programas seguros, donde los niños puedan hacerlo sin riesgo. Son algunas acciones, porque no hay una receta, pero pueden ser un gran aporte.

¿Y a nivel familiar?

Se puede ir educando, en cómo poner límites, cómo regular las emociones sin tener que recurrir a la comida o cómo sacar provecho de la comida. La alimentación saludable no tiene que ser de altos costos necesariamente. También pensar en cómo generar estrategias de juegos activos. Siempre se confunde y cree que la actividad física es ir a jugar fútbol y no es eso. Para un niño -que es distinto a un adulto- la actividad física es jugar. Si lo enchufas a la tele y no lo dejas que corra por la casa, salte encima de una cama, etc., le estás quitando actividad física. Además es muy importante que tenga horarios de comida y de sueño definidos. La restricción crónica de sueño en niños aumenta la obesidad, ya que se quebrantan los flujos hormonales  que regulan el gasto energético y el apetito y saciedad. También aumenta el cortisol y disminuye la hormona del crecimiento, entre otras cosas. El cortisol te estresa y ese estado hace comer más. Son pequeñas acciones, pero son el punto de partida para ir mejorando la calidad de vida del niño. Si te fijas, las personas que son ordenadas para comer y dormir, no son obesas.

Foto de cottonbro en Pexels