En confinamiento ¡Que el sexo no se convierta en carga!

Nunca había tenido tanta importancia la privacidad y los límites como ahora. Todos encerrados en los mismos espacios y cada vez más desgastados por esta pandemia.

Nunca había tenido tanta importancia la privacidad y los límites como ahora. Todos encerrados en los mismos espacios y cada vez más desgastados por esta pandemia.

Por Karen Uribarri.

Justamente ayer una lectora me contaba lo difícil que estaba siendo incluso ir al baño con calma, ya sea para lo biológicamente esperado, sino que cuando buscaba una instancia para estimularse. Me lo contó porque me dijo sentirse como cuando era joven y se masturbaba a escondidas de sus padres en el baño de casa. Compulsiva, nerviosa, tensa, bruta, asustada de ser descubierta... A veces frotándose más fuerte que lo que debía porque no lograba “apurar la causa”. Y ahora hace lo mismo, en un grito silencioso de rescatar su único espacio de soledad e intimidad. Sus hijos no le dan aire y le tocan la puerta a los 5 minutos de que ella la cierra. Y entonces aparece su pareja a pedirles que salgan de la puerta, que la dejen tranquila, comienza una discusión... y todo ahí, justo ahí, al otro lado de la puerta.

Claramente no estábamos preparados para esto, pero además ha sido mucho más complicado para aquellos cuyos límites eran tenues, tanto físicos como establecidos para la convivencia.

Entonces, ¿cómo se conecta sexualmente con la pareja en un contexto como este y con la frustración que provoca? Pues simplificando expectativas.

Muchas veces la frustración se produce porque no sabemos qué es lo que queremos y mucho menos sabemos comunicarlo.

Entonces me atrevo a lanzar algunas ideas para ir alumbrando el camino:

No olvidar los ratos a solas en la ducha y aprovecharlos para jabonarse con calma, acariciarse, mimarse. Lo mismo si luego te aplicas crema. No hablo sólo de masturbación, sino de cariño, auto cariño. Integra tu cuerpo con el tacto. Siente tus tobillos, la piel del empeine, la pantorrilla, el muslo, los glúteos, el vientre, etcétera. Hazle el amor a tu cuerpo. No te abandones en el camino. Cuánto más consciente seas de tus sensaciones corporales menos atrapado te sentirás por tu mente.

Acuéstense desnudos una vez a la semana, al menos una horita. Bien tapaditos para no pasar frío, pero abrazados. Bien abrazados, mirándose a los ojos, entregándose el calor de la piel y la respiración cerca. Besarse harto y rozar la yema de los dedos por el cuerpo del otro. Sólo eso. Si el calorcito les da sueño, pues duerman, no se resistan. Si el calorcito les da ganas de más, pues entréguense. Pero que no haya una expectativa, un deber de, ni un fin estipulado. Este ejercicio o dinámica es un hábito para desarrollar para no perder la sintonía. Es entregarse un poquito de amor. No subestimen un abrazo y un beso... ¡menos si es sin ropa!

Y mi último consejo es dejar de contar días. “Llevamos 10 días sin hacerlo”: esas frases ya no sirven. No suman. Esto no es una tarea ni parte de un check list. No lo convirtamos en una actividad tediosa, sino en una herramienta de unión. Entonces lo que podemos hacer es justamente ayudarnos a liberar estrés mutuamente. Un masaje rico, una salida a caminar en horario disponible, oír música juntos tomados de las manos, trabajar en equipo en las actividades diarias para equiparar las cargas, mucho tacto, palabras dulces, mucha risa, y hartos besos. No es el momento de que el sexo se convierta en carga, pero tampoco es el momento para desconectarnos del otro. Bueno, nunca lo es, supongo.

Foto de Gantas Vaiu010diulu0117nas en Pexels

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